sábado, 2 de junio de 2007

Los derechos de autor del traductor

Como escuchamos a menudo, es importante para el traductor respetar la obra original que se traduce, básicamente porque así se encuentra recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la siguiente manera: “Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora”.

Al tratarse los textos literarios y científicos de la obra intelectual de una persona, se protege con los “derechos morales” o “no patrimoniales”, que dicha obra deba ser respetada, y que no se pueda alterar o deformar aun a título de propietario, además de que por supuesto, el autor puede oponerse a cualquier cambio.

Obviamente esto influye de forma determinante en el trabajo de los traductores, ya que en realidad una traducción libre, por ejemplo, no sería fiel al original, y por lo tanto no sería consecuente con la ley. Así que teniendo siempre en cuenta el sentido del texto original, debemos hacer una traducción lo más fiel posible a este.

Por otro lado, ¿qué pasa con los derechos de autor de los traductores sobre sus traducciones? La ley reconoce la propiedad intelectual de los traductores, otorgándoles la condición de autor, sin perjuicio de los derechos del autor original. También dice, que en caso de no proporcionarse el nombre del traductor, de ocultarse su identidad, o de copia de una traducción ajena, se está atentando contra los derechos legales del traductor real.

Si atendemos al Código Civil, Ley de la Propiedad Literaria y Artística, queda bien definido el papel del traductor en la traducción tanto de obras que pertenecen al dominio privado como en las que no. En el primer caso la traducción deberá realizarse conforme a las limitaciones que el autor haya establecido, y en el segundo, el traductor sólo tendrá propiedad sobre su versión, y no podrá oponerse a que otros la traduzcan.

Parece importante apuntar algunos de los casos en los que podría considerarse que existe falsificación, como por ejemplo, en los antes citados casos de omisión del nombre del autor o traductor, cuando no existe consentimiento por parte del autor para realizar la traducción, o cuando no existe autorización para cambiar el título de la obra y suprimir o variar cualquier parte de ella.

En consecuencia, debemos tener cuidado con la traducción libre, ya que además de algunas críticas, también nos puede acarrear una demanda por falsificación, y debemos ser respetuosos al máximo con la obra del autor, ya que se le reconoce este derecho como parte de los más básicos. Empecemos nuestra formación en traducción, o el ejercicio de ésta, siendo fieles y consecuentes con nuestro trabajo, para que se nos considere desde el principio como profesionales serios y fiables.

¡Un saludo!

Yaiza Rojas

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