miércoles, 11 de abril de 2007

La importancia de la lengua materna

Antes de nada saludaros a todos y daros ánimos para afrontar estos últimos meses que suelen ser los más duros de todo el año. Una vez hecho esto (lo creía conveniente), os introduzco el tema del artículo de hoy. En esta ocasión he creído necesario y oportuno desviarme un poco de mi línea temática habitual y tratar la importancia que, para el trabajo de traductores e intérpretes, tiene la lengua A.

La idea me asaltó esta Semana Santa mientras leía un libro que tenía que reseñar para la práctica de una asignatura. Uno de sus artículos* titulado “Por qué yerra el traductor: análisis de textos y errores” enumeraba muy brevemente nueve de los errores más frecuentes hallados en textos literarios traducidos del inglés al español. No os podríais ni imaginar lo sorprendentes que resultan ser algunos errores que el propio autor y profesor de la Universidad de León, J. C. Santoyo, calificaba de “errores por distracción”, “errores de apresuramiento” y “errores por falta de sentido común o carencia de inspiración del traductor”.

De todos ellos, quizás los que más llamaron mi atención, por ser los más inauditos, inexplicables, sorprendentes y también los más “sancionables” son los errores que derivan del desconocimiento del propio idioma materno y los errores de expresión que no son más que una consecuencia de los primeros.

A algunos os parecerá increíble, pero es así, muchos de los errores que cometen traductores e intérpretes en sus traducciones proceden de ese desconocimiento. Se crean palabras nuevas que no existen en la lengua, bien por la inexistencia de las mismas, bien por la influencia de la lengua de la que se traduce; se cometen garrafales faltas de ortografía, se añaden sufijos y prefijos a palabras que ni los llevan ni los admiten, no se respetan las concordancias sintácticas, se emplean expresiones poco “españolas”, se recurren a infinidad de anglicismos, galicismos etc. Con este panorama ya me puedo imaginar a los académicos de la Real Academia tirándose de los pelos al ver el “destrozo” que se hace de su lengua.

Bromas y exageraciones aparte, este es un tema serio que todos deberíamos al menos considerar, pues los traductores no sólo nos limitamos a trasvasar el contenido y la forma de un texto escrito de una lengua a otra, sino que a veces desempeñamos labores más propias de escritores y correctores al reconstruir textos íntegros que ni siquiera en la lengua original tienen un sentido claro.

No por ser hablantes nativos tenemos un dominio absoluto de la lengua, de ser así, no se producirían semejantes errores. Por ello, al igual que nos preocupamos por dominar y estudiar nuestras lenguas B y C, también hemos de prestar un poco de atención a nuestras lenguas A. Y ésta quizás sea la razón fundamental por la que entre las asignaturas de nuestro plan de estudios encontramos la “Lengua A” que, si no tengo mal entendido, en España se podría cursar como español, catalán, gallego y vasco (estas tres últimas sólo en las comunidades donde son lenguas oficiales).

Conocer las normas ortográficas, de acentuación, de puntuación, las abreviaturas, los géneros y números gramaticales, el plural de los nombres latinos, el empleo correcto y adecuado de la sintaxis, de los procedimientos de creación de palabras etc., son esenciales para llevar a cabo nuestra labor como traductores. Y todos ellos son tratados en mayor o menor medida en esta asignatura que es complementada, a la vez que complementa a otras como Lingüística.

Aunque nos disguste, o aunque pensemos que somos lo suficientemente competentes en nuestras lenguas madre como para estudiar estos conocimientos, a veces tan básicos, en una asignatura troncal y anual, son realmente necesarios y útiles.

Para nada pretendo resaltar que el trabajo de traductores esté repleto de errores, pues eso sería muy injusto para la valiosa labor que realizan. Los traductores e intérpretes, aunque algunos piensen lo contrario, somos humanos, y como humanos nos equivocamos. El único objetivo que pretendo con este artículo es mostrar que “por mucho trigo nunca es mal año”. Cuanto más trigo, cuanto más conocimiento, mejores trabajos y menos errores, y que tan importante es conocer las lenguas de partida (el inglés, el francés, el alemán…) como saber de qué recursos dispone la lengua de llegada, es decir, nuestra lengua materna.

Inmaculada Prieto

* “Por qué yerra el traductor: análisis de textos y errores” de J. C. Santoyo en Fernández Nistal, P. (coordinadora). (1994). Aspectos de la traducción inglés/español. Segundo curso superior de traducción. Instituto de Ciencias de la Educación, Universidad: D. L.

No hay comentarios: