miércoles, 7 de marzo de 2007

El motivo por el que estudiar la "schwa"

Hace algunos días me encontraba en clase de lingüística. Como siempre, pendiente del lento transcurrir del tiempo y prestando más atención a mi pobre mano dolida, por las dos largas e incesantes horas de escritura a la que se ve sometida, cuando, de repente, esa voz que, dos veces por semana nos habla con tanta pasión y ahínco de Chomsky, Saussure, Coseriu y otros muchos, entonó un discurso diferente que sin duda llamó mi atención.

Aún no sé muy bien si fue un momento de lucidez mío, al haber despertado de mi letargo, o del profesor, que sin saberlo me estaba proporcionando el tema de mi siguiente artículo. El caso es que escuché decir a ese señor que una de las cualidades esenciales que ha de poseer un buen traductor es el conocimiento de la organización y del funcionamiento de la lengua que traduce, es decir, lo que estudiamos como lenguas B, C y D. Comentaba igualmente como éste, tarde o temprano, requiere de un marco teórico que sustente sus decisiones y le ayude a hacer frente a todos aquellos obstáculos, de origen lingüístico, que se interpongan en su camino.

Fue entonces, ante tan obvia y cierta afirmación, cuando los engranajes de mi cerebro parecieron despertar definitivamente y comenzaron a encadenar y relacionar una serie de pensamientos.

Me trasladé, a las clases de las lenguas B y C y por fin todo pareció cobrar sentido. Había un motivo por el que estudiar los fonemas fricativos en inglés, las definiciones de “root” y “base” y la sintaxis de las cláusulas inglesas entre otras muchas cosas.

Esta pequeña anécdota, en parte ficticia, no es más que un pretexto que bien muestra los contenidos que se estudian y trabajan en las lenguas B y en ocasiones, aunque en muy pocas en las lenguas C.

En ocasiones he escuchado a muchos de mis compañeros preguntarse quejosamente por qué y sobre todo para qué necesitan saber qué es un objeto directo, saber discriminarlo en las oraciones de otros complementos, conocer los procesos de formación de palabras etc. En definitiva, se quejan y lamentan de tener que estudiar la fonología, la semántica y la sintaxis entre otras cosas de la que es su lengua B. Quizás porque no entienden su utilidad o quizás porque no es lo que esperaban estudiar.
Sin embargo, parece ser que todo ello tiene una utilidad bastante importante; necesitamos conocer cómo funcionan el inglés, el francés, el alemán… en sus diversos planos lingüísticos, pues sólo el significado de las palabras o el mayor o menor dominio de la lengua a nivel comunicativo no es suficiente.

Ahora bien, este estudio de la lengua requiere de una base mínima que permita al estudiante, no sólo desenvolverse en los registros orales y escritos, sino también pasar a un nivel superior en su estudio. Unos conocimientos que, como he podido constatar en la mayor parte de las universidades españolas que siguen esta misma línea, no se proporciona en la titulación, ni siquiera en aquellas en las que la enseñanza de la lengua B se distribuye en dos cursos académicos.

Una realidad muy distinta es la que encontramos en las lenguas C. Por lo general, la enseñanza de los idiomas que se imparten como segundas lenguas extranjeras parte desde cero, pues no se espera que el alumnado posea conocimientos de lenguas tan poco comunes como el árabe o el italiano por ejemplo. De esta forma se sientan las bases que después van a permitir un estudio más avanzado de la lengua. Algunas universidades plantean los programas de este modo. No obstante, en muchas otras, esto no es así. Se destina únicamente el primer año al estudio básico de la lengua, obviando por completo el funcionamiento interno de la misma.

No parece ser que ninguno de estos dos planteamientos sea erróneo, aunque tampoco que sean del todo acertados si uno se emplea en la enseñanza de la lengua B y otro en la enseñanza de la lengua C. Necesitamos ser competentes y eficientes en la traducción de ambas lenguas y para ello ambos niveles de estudio deberían tratarse, salvando, en aquellos casos y momentos en los que sean pertinentes, las distancias en los niveles que se puedan exigir en cada idioma.

Inmaculada Prieto

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