miércoles, 21 de febrero de 2007

Los idiomas en T&I: enseñanza-aprendizaje

En Traducción e Interpretación los idiomas dejan de ser una asignatura más que aprobar y se convierten en auténticas herramientas de trabajo, en metas que hay que alcanzar. Como alumna de la licenciatura, me pregunto muy a menudo a cuántos de vosotros, alumnos de la titulación, de otras carreras y en general estudiantes de lenguas, se os ha ocurrido alguna vez pensar acerca del proceso de enseñanza y aprendizaje de una lengua extranjera; de lo que supone, de lo que es o de lo que debería ser o no ser, de lo que en él necesitáis y de lo que en él se os da, de su calidad y, muy especialmente, de su trascendental importancia en un futuro como es, por ejemplo, el de los traductores e intérpretes.

Muchos de vosotros estaréis de acuerdo conmigo en señalar que la enseñanza y el aprendizaje de una lengua extranjera suponen un proceso largo y lento que, aunque gratificante, requieren una importante inversión de esfuerzo y sacrificio. Un proceso en el que una serie de elementos y de variables interactúan complicando y dificultando no sólo su adquisición, sino también su transmisión.

De igual modo, la mayoría pensará, que en Traducción e Interpretación la enseñanza y el aprendizaje de segundas lenguas juegan un papel esencial. Constituyen el principio que nos va a permitir llegar al final de un trayecto cuya última parada es la de traducir e interpretar.

Ante esto, y muy relacionado con lo que se comentaba al principio de este artículo, surgen un número ilimitado de cuestiones que nos llevan a reflexionar sobre el tipo y la calidad de educación que diariamente recibimos en nuestras respectivas facultades de traducción en lo que a idiomas atañe. Se me ocurren algunas tales como: qué tiempo se ha de dedicar a la enseñanza de las lenguas B y C, qué contenidos deben ser tratados, qué recursos se precisan, qué niveles y requisitos se exigen al alumnado de nuevo ingreso etc.

En ningún momento pretendo dar respuesta a estas y otras muchas reflexiones que a mí o a cualquiera de vosotros nos puedan asaltar, pues para bien o para mal no las poseo. Mi única intención, en este artículo y en los venideros, es aportar datos e impresiones que, como alumna de la titulación, obtengo de mi propia experiencia e interés.
En la mayoría de los casos se realizarán comparativas entre los planes de estudios de las diversas facultades de Traducción e Interpretación del país, y en otros incluso se intentará relacionar y contrastar la carrera con titulaciones iguales o semejantes en Europa.

Para no dejaros con la miel en los labios me gustaría, antes de concluir, entrar un poco en materia y pediros que os detengáis un momento y reflexionéis sobre el tiempo que estipuláis necesario para adquirir y dominar una lengua que no sólo no es vuestra lengua materna, sino que además no es la hablada por los individuos de vuestra comunidad; es una lengua extranjera que, o bien adquirís en un contexto académico, o bien en el país del cual la lengua es originaria. Para ello, pensad en la cantidad de años que habéis dedicado al estudio de una segunda lengua, y el tiempo que le vais a dedicar en la titulación.

La mayoría de los planes de estudio de las universidades españolas dedican un mínimo de dos años al estudio de las lenguas B y C. Por lo general, 24 créditos divididos en niveles que habrá que ir superando para poder acceder a los inmediatamente superiores.
En otras universidades, como es el caso de la Universidad de Córdoba, donde la titulación nació hace poco menos de dos años, sólo se destina un año, el primero, a la enseñanza de las lenguas B y C como asignaturas anuales de 12 créditos.

Aunque es cierto que la titulación da por sentado que los alumnos que acceden a ella deben poseer un conocimiento mínimo de la lengua B al menos, mi pregunta es: ¿a nadie se le ha ocurrido pensar que quizás el tiempo destinado no sea el suficiente? Y lo pregunto pensando muy especialmente en aquellas titulaciones que le dan a los idiomas una importancia valorada en sólo doce créditos. En fin, quizás sea porque al fin y al cabo aprender el idioma es solo una responsabilidad nuestra, de los alumnos, que tendremos que buscarnos las habichuelas para llegar a ser competentes en aquello que, en un futuro no muy lejano, será nuestra profesión.

Sobre esto se podría reflexionar y hablar largo y tendido, por ello, prefiero dejarlo ahora en vuestras manos. Por ahora, yo me despido y os veo en dos semanas.

Inmaculada Prieto

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