sábado, 3 de marzo de 2007

Especialización docente en TEI

Afortunadamente, hace unos días pude escuchar lo que tantas veces había rondado mi incesante búsqueda. En uno de los seminarios-discursos-coloquios, que tan atentos escuchamos los neófitos esperanzados estudiantes de TEI, es donde se aliviaba y recreaba mi pensamiento disperso. Porque, a decir verdad, y como es lógico, son muchos los estudiantes de primeros cursos que acuden a estas pláticas con el fin de intuir lo que será su futuro profesional; aunque están dirigidos especialmente a estudiantes de últimos cursos.

Aquello que escuché y me aliviaba lo diré explícitamente en algún momento. Voy a dejar ese camino abierto.

Si este comienzo resulta un tanto abigarrado y confuso, o no, podría quedar más claro cuando les explique lo siguiente. Todo el interés y el empeño de un estudiante de TEI por aprender a traducir e interpretar corre el riesgo de convertirse en una carrera de fondo cuyo objetivo es salir cuanto antes al mundo terrenal y enfrentarse a la realidad. Necesitamos aprender las herramientas propias y concretas del traductor, y practicar, practicar mucho. La teoría es sólo una primera fase -no menos importante-. Necesitamos conocer las dificultades concretas que encontraremos en un encargo real de traducción. Puesto que muchas veces, como acabo de experimentar no hace mucho, el problema no es encontrar la traducción más rebuscada y original. En ocasiones, el espacio limitado para indicar un mensaje de error relativo a una válvula eléctrica de recirculación no te permite hacer virguerías. Este es un ejemplo, de los muchos que podríamos enumerar.

Con todo esto quiero referirme a la necesidad de que los docentes adapten sus enseñanzas a este tipo de necesidades. En parte, esta carencia podría deberse a la falta de profesionales de la Traducción dedicados a la Docencia y, en parte, a una deficiente organización y delimitación de cada una de las asignaturas. Nos encontramos con auténticos profesionales de los que aprendemos sobremanera, pero también nos encontramos con asignaturas que bien podrían adscribirse a otras especialidades _con todo mi respeto y admiración, por supuesto_.

Muchas veces, la solución podría ser un cambio de enfoque. Por poner un ejemplo, a la hora de aprender la heterogeneidad del uso lingüístico sería importante enfocarlo desde un punto de vista diastrático y diafásico, y no tanto diacrónico. Otro ejemplo: cuando estamos estudiando la cultura y/o civilización de un determinado grupo lingüístico (sea éste una comunidad de hablantes, una ciudad o un país), debemos conocer tanto la terminología de la lengua original como la equivalencia en nuestra lengua, lo que puede parecer evidente, pero no siempre real. No podemos limitarnos a recibir estas enseñanzas en uno u otro idioma sin conocer las correspondencias, ya que podríamos encontrarnos un día con el término Sturm und Drang y traducirlo por cualquiera de sus posibilidades; o bien no traducirlo (elección oportuna), o no saber exactamente a qué concepto alude... Estos ejemplos pueden resultar banales, pero son solo el esbozo de toda una infinidad de problemas reales. Alguno de nosotros puede sentirse identificado con esto y otros no, tenéis la libertad de manifestarlo. Dejaré para la próxima ocasión otros ejemplos y posibles soluciones, siendo consciente en todo momento de la envergadura del tema en cuestión.

Por último, y aludiendo a aquello que decía al principio, considero muy acertada la propuesta de aquella conferenciante que, con otras palabras, proponía la unión -yo diría simbiosis- entre la Filología y la Traducción. Aunque, antes de atreverme a decir esto, ya sé que existen muchos adversarios y detractores, he de decir que no se trata de una mera fusión, sino de un ir y venir de aportaciones beneficiosas y necesarias para ambas disciplinas.

Siempre serán bien recibidos comentarios y propuestas al respecto.

Un saludo,

Guadalupe Muñoz.-

Hypocrite lecteur,—mon semblable,—mon frère!

No hay comentarios: